Problematización del tema a partir de la nueva exigencia educativa: desarrollar competencias y hacerlo a partir de aprendizajes significativos y situados en la realidad.
¿Son los logros que busca el mundo del trabajo (al que debe responder la educación superior) semejantes a los logros generales que la educación desde siempre ha proclamado que persigue?
Parte de la razón por la que en la actualidad la competencia se considera un asunto de tan inmensa importancia potencial quizá sea la suposición existente en gran parte de la literatura de que se está viviendo una época de grandes e intensos cambios tecnológicos que están reconfigurando radicalmente los mundos socioeconómicos en los que operan las competencias y que los ciudadanos del siglo XXI deben adaptarse a esta nueva realidad.
De no acompañar el desarrollo de las competencias con reflexiones de fondo, las instituciones educativas podrían acabar transformando la formación que hoy se asume como una formación inteligente y ética para servir, en una formación automatizada y eficiente para ganar.
¿A qué intereses sirve una operación del mundo sin su reflexión y su comprensión? ¿No debería entonces ser considerada la competencia –por lo menos en el mundo académico- como una noción que incluyera un diálogo de ida y vuelta entre el objeto socio-profesional al que sirve utilitariamente y el objeto de estudio que la provee de significado y sentido?
Ésta es la razón por la que creemos que en el mundo académico esta noción ha perdido su sentido semántico original, es decir ”hacer a alguien capaz de” para convertirse en un concepto que identifica los programas formativos propios de las empresas con fines estrictamente operativos y utilitarios. Se capacita en y para la acción misma.
¿Por qué cuando se habla de aprendizaje el énfasis educativo está puesto en los contenidos y en el proceso de enseñanza-aprendizaje y no en la identidad personal y el proceso de transformación del sujeto?
En este sentido, nuestra sospecha va más allá de sólo poner en cuestión la noción de mediación. Creemos que, al aprender, el ser humano está optando por una forma concreta de apropiación de la realidad, del mundo. Reconocemos que al aprender, el ser humano almacena determinados datos, pero no creemos que eso constituya propiamente el aprendizaje.
¿Por qué cuando se habla de aprendizaje el énfasis educativo está puesto en los contenidos y en el proceso de enseñanza-aprendizaje y no en la identidad personal y el proceso de transformación del sujeto? ¿Qué es entonces lo que realmente lo constituye? Si es el estudiante quién aprende y lo que aprende lo construye él mismo, ¿por qué hablar de mediación?
Hablar de aprendizaje significativo nos obliga a revisar la noción de mediación, ya que por alguna razón -que no acabamos de comprender- a esta noción educativa se le han otorgado unos atributos que según creemos no tiene. Se dice –por ejemplo- que el maestro media conocimientos, pero ya hemos visto como los conocimientos no están predeterminados en los objetos ni en la estructura cognitiva de quién los aprehende, sino que éstos son el producto de una construcción desarrollada por el propio estudiante, por tanto no existe conocimiento alguno que mediar previo a la construcción del mismo. Si por mediación se están entendiendo los esfuerzos del maestro por crear condiciones propicias para que el estudiante construya conocimiento, entonces tal mediación se refiere únicamente a cómo se provee de un medio, y aun esto es dudoso ya que el medio es algo que también el estudiante construye bajo las mismas operaciones cognoscitivas antes analizadas.
¿Por qué hablar de aprendizajes significativos como algo que hay que conseguir? ¿No es acaso todo aprendizaje, de facto, por serlo, un aprendizaje significativo? ¿Es posible el aprendizaje no-significativo?
el ser humano aprende significativamente sólo aquello que percibe como necesario para la sobrevivencia o el desarrollo del sí mismo, pero hay otras corrientes teóricas propias del constructivismo que conciben el aprendizaje significativo más bien en los términos de un aprendizaje donde los contenidos nuevos pueden ser asimilados a los viejos, dentro, siempre, de la estructura cognitiva del sujeto. Nos preguntamos por tanto qué relación hay entre estas dos posturas aparentemente distintas. Si bien no hemos encontrado literatura que las una conceptualmente, creemos que ambas tienen como eje de su reflexión al sujeto y sus estructuras afectivo-cognitivas desde las cuales entiende y resuelve la realidad.
¿No será que la convivencia y a veces el sincretismo ideológico de los enfoques activos de la educación nos han hecho olvidar la profundidad con la que el lenguaje hablado y escrito ha permitido heredar y desarrollar, generación tras generación y a través de toda la historia de la humanidad, un gran porcentaje de los significados que le son relevantes al ser humano? ¿Es realmente el discurso verbal un instrumento educativo tan inapropiado?
No negamos las virtudes de la acción y del poder que tiene para promover la construcción del conocimiento significativo al poner en contacto directo el aparato cognitivo con los hechos mismos de la realidad, pero abrigamos la sospecha de que esta postura, llevada al extremo, pierde de vista otros elementos fundamentales. El discurso magisterial en el aula no nos parece que sea en sí mismo una aberración educativa.
¿Qué relación guarda el aprendizaje significativo con el situado?.
Situar el aprendizaje dentro del interés del estudiante también y simultáneamente se está garantizando en alguna medida que tal aprendizaje sea significativo. Es fundamental el análisis y la reflexión de todos estos interrogantes si deseamos realmente articular en un mismo proceso de enseñanza-aprendizaje las nociones: competencia, aprendizaje, aprendizaje significativo y aprendizaje situado.
¿El aprendizaje es algo tan trivial que se puede observar y medir con base en unas simples preguntas a propósito de unos contenidos cualesquiera?
La evaluación por competencias no es un conjunto de exámenes (evaluación sumativa) que miden el nivel de dominio de cada uno de los contenidos (factual, conceptual y procedimental), ni es el llenado de una guía de observación de acuerdo a los lineamientos que como asesor me propongo evaluar, ni es una lista de especificaciones que espero de un determinado producto, aunque estas características que estoy evaluando la hago tomando como base los objetivos del programa que pretendo lograr no estoy dando apertura a la creatividad, ni al proceso con el que se llega a determinado resultado.
Una competencia puede requerir de la comprensión de varios conceptos para poder consolidarse. Evaluar el aprendizaje en base a competencias requiere que se evalúe ese concepto desde sus niveles de comprensión, esto es desde la capacidad de comunicarse, argumentar, aplicar ese saber, además de la capacidad de fundamentar un saber hacer en un contexto específico.
Las competencias no son observables por si mismas, por lo tanto hay que inferirlas a través de desempeños o acciones específicas. En cada contexto se pueden evaluar diferentes aspectos a través de situaciones concretas y acciones definidas, se puede evaluar: los saberes, habilidades, valores, actitudes y motivación.
El asesor para evaluar una competencia debe valorar lo que hace el estudiante teniendo en cuenta sus logros y los aspectos a mejorar de acuerdo con parámetros previamente definidos, los cuales pueden ser: reconocer el aprendizaje del estudiante, respeto por la diferencia entre las capacidades, habilidades y resultados de cada uno de sus compañeros, inmiscuir en la medida que se pueda el conocimiento y los productos con el contexto laboral próximo para el estudiante, escuchar las sugerencias e inquietudes de los estudiantes a manera de retroalimentación de todo el proceso y variar permanentemente de técnicas e instrumentos de valoración (heteroevaluación).
El estudiante puede valorar la formación de sus competencias con referencia a los propósitos de formación, los criterios de desempeño, los saberes esenciales, las evidencias requeridas (autoevaluación).
Los estudiantes también se pueden evaluar de acuerdo a criterios definidos, dando una retroalimentación, una crítica constructiva en un ambiente de respeto y confianza (coevaluación).